La presencia del accionista durante el evento performativo no es imprescindible para que este suceda, pero parece ser uno de los elementos que diferencian el arte de acción de otras artes. Esta característica, sin embargo, no le es privativa sino que la posee en común con las artes de la escena. Para marcar distancias con ellas, los practicantes del arte de acción «clásico» han buscado diferentes argumentos que, desde la exaltación de lo cotidiano, muchas veces contradictoriamente sublimado; desde una pretendida verdad y no ficcionalidad en el desarrollo de la acción; o desde una sacralización del momento presente, acaban derivando en un cierto misticismo. Este no es ajeno a que, como consecuencia subsidiaria, la credibilidad artística de la acción penda del carisma del accionista. Un performer de éxito puede llegar a convocar a su alrededor gran cantidad de aficionados espectacularmente convertidos en acólitos, fans o adoradores, otra vez, del genio salvífico del artista. En el colmo de lo kitsch, vuelve el aura. En dos palabras: Marina Abramovic.

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