La prohibición del incesto y su abyección, casi de manera universal, parece diferenciar al humano del animal. El incesto se estipuló como herramienta sostenedora de la economía familiar a través de la introducción de miembros ajenos a la familia y, por tanto, de su capital. La relación de parentesco estableció así una pauta de comportamiento sexual donde las relaciones intrafamiliares resultaban inadmisibles para el orden familiar normalizado – heterocentrado. Por ello trabajar sobre esta cuestión es abordar uno de los rasgos constituyentes del ser humano como tal.

Existen palabras en nuestro vocabulario que tan sólo con pronunciarlas resultan comprometidas, generan vergüenza en el interlocutor. De este modo, en la acción INCESTO, la misma palabra se introduce como símbolo (antropológico) en el espacio público. Su visibilización funciona abriendo compuertas de la psique prohibida y planteando al espectador-interlocutor la aleatoriedad de las células familiares.

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